EL CAZADOR… DE IMÁGENES
Cada mañana asomaba por el mismo sitio,
poco a poco se iba levantado y expandiendo sus rayos hasta el más remoto
rincón.
Disipaba con ellos la oscuridad más negra
y tenebrosa, seguía cada día el mismo camino, escudriñaba hasta el más
recóndito recodo, examinándolo atentamente, por si en alguno de ellos se
escondiera la que él con tanto afán buscaba cada día desde tiempos
inmemoriales.
Su
buscada era incansable, pero ella lo burlaba una y otra vez sin impórtale el
daño o la furia que su burla pudiera provocarle a él.
A veces él extendía sus rayos con
benevolencia, otras, se dejaba llevar por la furia que le embargaba y aumentaba
tanto el poder de ellos, que abrasaba todo cuanto se cruzaba en su camino, luego,
al cabo del rato y a medida que el recuerdo de ella volvía a su memoria, su
furia se iba apaciguando.
Caía
en una intensa melancolía que le hacía languidecer lentamente, escondiéndose en
el infinito horizonte, dejando un resplandor de colores incandescentes dibujados
en la inmensidad del cielo andaluz.
Era en ese momento, cuando el Cazador de Imagen, salía del resguardo
de su escondite, en el que se había apostado armado con su arma Guarda/Imagen.
Aprovechando la languidez de la pieza, le
apuntaba con su arma Guarda/Imagen, disparando sin piedad sobre ella, haciendo
que la imagen que se proyectaba en el horizonte quedara inmortalizada para
siempre en la recamara de su arma.
Como todo buen Cazador de Imagen que se precie, sabía que, a no mucho tardar,
vería aparecer la otra pieza que era objeto de su deseo, por lo que permitió
agazapado en su puesto y con su arma lista para disparar en cuanto llegara el
momento oportuno.
No
tuvo que esperar mucho, siguiendo el rastro de su antecesor apareció ella, con
su sonrisa burlona y dejando ver, unas veces la plenitud de su bella cara y en
otras ocasiones solo una parte de ella, remarcando de esa forma, aún más su
coquetería, rematada por el guiño pícaro que siempre llevaba dibujado en su
rostro.
Adornada de colores brillantes y
luminosos, dejaba a su paso una estela de pasiones y amores imposibles en el azul y limpio
cielo andaluz plagado de brillantes estrellas y luceros mañaneros.
En
los lagos, ríos y mares se reflejaba su belleza, que iluminaba con su brillo los
caminos, montes y valles en las oscuras, silenciosas y serenas noches
andaluzas.
El Cazador
de Imagen, que, con paciencia había esperado el momento del paso de tan
coqueta pieza nocturna, se echaba a la cara su mortífera arma Guarda/imagen,
haciendo fuego a discreción sobre su presa mientras disfrutaba de los mágicos colores
con que ésta se revestía.
Cuando la recamara de su arma se llenaba
de imágenes de indescriptible belleza salía de su refugio, se dirigía a su
morada para ordenar y compartir con sus amigos el fruto de su cacería, con el
convencimiento, de que ellos sabrían apreciar el valor y la hermosura de las
imágenes cobradas.
Autor: Pera H.
Fecha: 2/2017
Efectivamente amigo Pera. Siempre agazapado esperando qué la luz dibuje algo que cazar. Un día me pregunto un guardia civil si estaba cazando, y le conteste que "mis disparos no matan, inmortalizan"
ResponderEliminarGracias por tus palabras!