Que el maestro de poetas Federico era un enamorado de su Granada natal y de Andalucía en particular , no admite discusión alguna.
En este poema admira los árboles a los que compara con flechas caídas del cielo.
Árboles, donde la risa suena de los picos de los pajarillos que en ellos habitan y termina preguntándole si cuando él muera esas raices de los árbles sabrán reconocer su corazón.
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