Este séptimo y último poema dedicado cante de la siguiriya, el maestro de poetas, Federico, se lamenta de que, con el final de la copla, todo se convierte en un desolado y ondulado desierto.
Los laberintos que el tiempo crea, el corazón del deseo, la ilusión de la aurora, los besos, como todo se desvanece, al llegar el final de nuestra vida y solo que el desierto ondulado.
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