En este segundo poema dedicado a la petenera, el maestro Federico, pregunta dónde irán lo jinetes andaluces que van por el cielo del naranjal.
Llegando a la conclusión de que no van ni a Córdoba ni a Sevilla y mucho menos a Granada.
Cree que sus soñolientos caballos los llevaran a un laberinto de cruces que no puede ser otro lugar que un cementerio, pues es sabido que la petenera está con la mala suerte.
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