ESCENA 2ª
LOS NIÑOS DE LA ESCUELA
Yo la recuerdo, aunque más bien vagamente,
por lo que una vez más tengo que echar mano a lo que me contaba la abnegada y
nunca bien ponderada, mujer que me llevó en su vientre una buena temporada y
aun tuvo redaños para lidiar conmigo durante toda su vida y que me perdonaba y
olvidaba todos los disgustos que yo le daba.
¡NUNCA TE OLVIDARÉ, MAMÁ!
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Así que empezó a alimentarme a base de “Maizena” que por lo visto era lo que en aquellos
tiempos se les daba a los niños pequeños.
¡Debe ser por eso que me gustan tanto las “gachas” con torreznos,
leche y miel!
Lo de la leche en polvo, potitos de
cereales, fruta y otros preparados alimenticios por el estilo, no existían.
Vivíamos en la calle de los Bancos, casi
al final, cerca del “portozuelo”.
En esa calle y también casi al final,
había una escuela a la que solo asistían niños.
Las niñas iban a otras escuelas solo para
ellas, ya que no se permita que los niños y las niñas estudiaran juntos, ni
jugaran juntos… ni nada de nada.
¡Las niñas no debían de mezclarse con los niños bajo ningún
concepto!
Iban en perfecta formación cantando con
sus mochilas colgadas a la espalda, con una uniformidad y marcialidad digna del
mejor ejército profesional.
Eran unos tiempos en los que toda tenía
que ser uniforme y marcial.
Cuando se acercaba la hora en que solían
pasar cada día, me ponía en el escalón de la puerta que siempre estaba abierta,
a contemplar como pasaban cuando lo hacían imitaba sus canticos con mi media
lengüeta con la que solo acertaba a decir…
¡Kikiki… Kakaka! Mientras me balanceaba hacia adelante y
hacia atrás.
Ni que decir tiene, que cuando los niños
habían pasado, me volvía hacia el interior de la casa a darle que hacer a mi
señora madre, ¡Supongo…!
Autor: Pera H.
Fecha: noviembre, 2018
Seguiremos en vilo las andadas por esos lugares que le vieron correr. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias por su interés. Seguro que mis correrías infantiles no son tan interesantes como sus artísticas fotos.
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