"EL ÁRBOL QUE
ENGAÑÓ AL DIABLO"
Sirva este relato de homenaje a la memoria
de mi padre, conocido como Pedro “El del Tejar”.
Del cual aprendí muchas cosas, pero sobre
todo a ser un hombre honesto tanto como él lo era.
El relato dice así:
¿Saben ustedes cual es
el árbol que engañó al diablo?; si lo saben pues nada,
hasta aquí hemos llegado, y no hace falta que sigan leyendo, pero si no es así, yo les explicaré, como a
mí, en su momento me lo contó mi padre, de que árbol se trata y las
circunstancias que contribuyeron al engaño del "Maligno"
Un día de verano, caluroso y
seco, de esos que solo se dan en nuestra Andalucía, se afanaba un
agricultor en recoger la poca cosecha que le había producido su
pequeña finca.
Cada año era lo suficientemente abundante
como para paliar las necesidades suyas y de su familia, durante los duros y
largos meses de otoño e invierno.
Aquel año la cosecha había sido
muy escasa y por tanto preveía que no tendría suficientes recursos
para satisfacer las necesidades de su casa.
Esto le traía a mal traer,
entregado a sus labores, el buen hombre no paraba de pensar en cómo se
las ingeniaría para suplir esos recursos y que no faltara los
alimentos y demás cosas necesaria para poder subsistir al duro
invierno.
Solo se le ocurría encomendarse
a Dios y a todos los Santos habidos y por haber, así pasaba
un día tras otros y no comprendía como ninguno de ellos le
daba solución alguna.
Ya harto de esperar, mientras vareaba
un algarrobo que tenía en su finca exclamó:
- ¡Si no me
dais solución, tendré que encomendarme al Diablo!, todo sea por
que a mis hijos no le falte de nada.
El Diablo que siempre está al acecho del
mal que sufra cualquier ser humano y que de tonto no tiene ni un pelo, o al
menos eso pensaba Él.
Al escucharlo, vio la oportunidad de liar
a aquel buen hombre, el cual no había terminado su frase, cuando por
arte de magia, apareció ante él una figura que le dijo: ¡Yo soy el
Diablo!, ¡Cuéntame tus desdichas y pesares y al momento
estos serán resueltos!
Sorprendido, sin dar crédito a
lo que le estaba ocurriendo, acertó a preguntar: a cambio ¿Qué tendré
que darte?
- ¡Tu alma! Le contestó el diablo
- ¿Cómo sé que no me engañas?, al
campesino la vida le había enseñado que las cosas tienen un precio y
que no se puede uno fiar de nadie, así como así.
- ¿Ves esta moneda?, le dijo el Diablo,
depositando en la mano del campesino una moneda con un pequeño agujero en el
centro parecida a las de cincuenta céntimos de curso legal que circulaban por
aquellos entonces diferenciándose de aquellas en el brillo que despedía al
reflejarse en ella los rayos del sol que se filtraban por entre las ramas del
algarrobo que el campesino vareaba.
- Cómo puedes apreciar esta moneda es de
oro puro, con su valor podrías paliar tus necesidades y la de tu familia,
continúo diciendo el Diablo, pero quiero ser generoso contigo, añadió.
- Mira, ya sabes que, subiendo a la
sierra, a mitad del camino se encuentra el voluminoso tajo que tu bien conoces,
en la grieta que tiene en su lateral derecho te dejare un quintal lleno de
monedas como esta, no tengas miedo nadie excepto tú, podrá verlo, así podrás
disponer como más te convenga de las monedas que habrá en su interior, que
serán muchas y valiosas.
Escuchaba el campesino, pensativo y asombrado,
la disertación del Diablo pensaba que vivía una pesadilla, pero el brillo
reluciente de la moneda le tenía encandilado.
Rápidamente sopeso los pros y
los contras, y acepto el trato que le proponía el Diablo, pero con
una condición, le dijo: me tienes que dar tiempo para solucionar los
problemas de mi familia.
-De acuerdo, entonces... ¿Cuándo vengo a
buscar tu alma?
- Vuelve a buscarla el año que viene,
cuando en este algarrobo no queden algarrobas.
El trato quedo refrendado de esta manera,
el campesino encontró el quintal de monedas, con las que soluciono los
problemas de su familia y transcurrido el año, llego el momento de
cumplir su parte del trato.
Otra vez volvió a tener delante
de si al tan temido Diablo.
- Ha llegado la hora en que
me pagues lo que me debes. Le dijo el Diablo
- ¿Cómo que ha llegado la hora?, exclamo
el campesino.
- Claro, habíamos convenido en
que vendría a buscar tu alma cuando en el algarrobo no quedaran
algarrobas, y ya has recogido las últimas, así que págame lo acordado,
le inquirió el Diablo.
- ¡Como las últimas! ¡Estas confundido!,
mira bien el árbol y veras que aún quedan en él algarrobas, no son
tan grande como las que acabo de recolectar pues son pequeñas
y serán las que recolecte el año que viene.
Así lo hizo el Diablo y vio que en
el árbol ya crecían las del año siguiente, con lo que a
pesar de ser tan listo y "Diablo" no le quedó más remedio que
marcharse sin su presa, ya que entre el campesino y el árbol se
la habían dado con queso.
El árbol que engaño al Diablo es
el ALGARROBO, puesto que a este árbol cuando se le recolecta el fruto de
un año ya tiene en ciernes el del año siguiente.
De este relato, que como he dicho
me contó mi padre, la conclusión que saco es que no se debe
de actuar en la vida, menos preciando a los demás y ufanándonos de
nosotros mismos, si no que debemos de actuar con humildad y honestidad.
Autor: P. H.
Fecha: 2016
Muy bueno,Pedro!! Abrazos
ResponderEliminarMuy bueno,Pedro!! Abrazos
ResponderEliminargracias Jesus
Eliminaresto que as escrito es precioso y a la vez triste gracias por poner estas cosa
EliminarMaravilosa fabula! un abrazo
ResponderEliminarGracias Don Diego
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