viernes, 3 de febrero de 2017


EL CAZADOR DE IMÁGENES



Cada mañana asomaba por el mismo sitio, poco a poco se iba levantado y expandiendo sus rayos hasta el más remoto rincón.

Disipaba con ellos la oscuridad más negra y tenebrosa, seguía cada día el mismo camino, escudriñaba hasta el más recóndito recodo, examinándolo atentamente, por si en alguno de ellos se escondiera la que él con tanto afán buscaba cada día desde tiempos inmemoriales.

Su buscada era incansable, pero ella lo burlaba una y otra vez sin impórtale el daño o la furia que su burla pudiera provocarle a él.

A veces él extendía sus rayos con benevolencia, otras, se dejaba llevar por la furia que le embargaba y aumentaba tanto el poder de ellos, que abrasaba todo cuanto se cruzaba en su camino, luego, al cabo del rato y a medida que el recuerdo de ella volvía a su memoria, su furia se iba apaciguando.

Caía en una intensa melancolía que le hacía languidecer lentamente, escondiéndose en el infinito horizonte, dejando un resplandor de colores incandescentes dibujados en la inmensidad del cielo andaluz.

Era en ese momento, cuando el Cazador de Imagen, salía del resguardo de su escondite, en el que se había apostado armado con su arma Guarda/Imagen.

Aprovechando la languidez de la pieza, le apuntaba con su arma Guarda/Imagen, disparando sin piedad sobre ella, haciendo que la imagen que se proyectaba en el horizonte quedara inmortalizada para siempre en la recamara de su arma.

Como todo buen Cazador de Imagen que se precie, sabía que, a no mucho tardar, vería aparecer la otra pieza que era objeto de su deseo, por lo que permitió agazapado en su puesto y con su arma lista para disparar en cuanto llegara el momento oportuno.

No tuvo que esperar mucho, siguiendo el rastro de su antecesor apareció ella, con su sonrisa burlona y dejando ver, unas veces la plenitud de su bella cara y en otras ocasiones solo una parte de ella, remarcando de esa forma, aún más su coquetería, rematada por el guiño pícaro que siempre llevaba dibujado en su rostro.

Adornada de colores brillantes y luminosos, dejaba a su paso una estela de pasiones y amores imposibles en el azul y limpio cielo andaluz plagado de brillantes estrellas y luceros mañaneros.

En los lagos, ríos y mares se reflejaba su belleza, que iluminaba con su brillo los caminos, montes y valles en las oscuras, silenciosas y serenas noches andaluzas.


El Cazador de Imagen, que, con paciencia había esperado el momento del paso de tan coqueta pieza nocturna, se echaba a la cara su mortífera arma Guarda/imagen, haciendo fuego a discreción sobre su presa mientras disfrutaba de los mágicos colores con que ésta se revestía.

Cuando la recamara de su arma se llenaba de imágenes de indescriptible belleza salía de su refugio, se dirigía a su morada para ordenar y compartir con sus amigos el fruto de su cacería, con el convencimiento, de que ellos sabrían apreciar el valor y la hermosura de las imágenes cobradas. 

Autor: Pera H.

Fecha: 2/2017





 

1 comentario:

  1. Efectivamente amigo Pera. Siempre agazapado esperando qué la luz dibuje algo que cazar. Un día me pregunto un guardia civil si estaba cazando, y le conteste que "mis disparos no matan, inmortalizan"
    Gracias por tus palabras!

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