MI REFLEXION SOBRE LA NAVIDAD
Como cada año ha llegado la época de la
Navidad.
Esa época en la que nos sentimos liberados
del estrés que nos acompaña cada día en nuestra lucha diaria por la
supervivencia, que nos hace vivir la vida tan de prisa que no tenemos tiempo ni
de mirarnos a la cara los unos a los otros.
Nuestra vida transcurre en un continuo
sobresalto, angustiados por los acontecimientos que pueda depararnos el futuro
incierto de este momento que vivimos.
Un futuro cambiante a una velocidad de
vértigo, lo que hoy es el ultimo grito mañana está viejo y obsoleto.
No nos da tiempo a asumir los cambios tan
radicales que se van dando casi cada día.
En esta sociedad de ¿”
Progreso”? en la que estamos inmersos, han dejado de tener sentido,
tanto materiales como humanos o espirituales, muchas cosas, principios y
valores, que antaño eran indispensables eludir para poder seguir llevando nuestra vida
sobre ruedas.
Era impensable que se pudiera, por ejemplo,
prescindir de tener en casa una buena cantidad de carbón o leña, so pena de no
poder elaborar lo mas indispensable y necesario para nuestro sustento diario: La condimentación de los alimentos necesarios para
mantener nuestra existencia.
Hemos sustituido esta materia por otras
energías que nos hacen el mismo servicio.
Ni
por un asomo, hubiéramos sido capaces de negar la mano y nuestro auxilio a
cualquier persona necesitada de él.
Hoy en día nos lo pensamos dos veces antes
de tender nuestra mano.
Por qué no sabemos las consecuencias que
este hecho tan humano y solidario puedan traerte consigo, ya que, el engaño y
la maldad, se han extendido como una mancha de aceite.
Nuestros antepasados no hubieran, bajo
ningún pretexto, pasado por alto unos valores espirituales como los suyos, que
tan arraigados estaban en su forma de entender la vida.
Nos formaron y legaron ese modelo de valores
espirituales, humanos y materiales y esa forma de entender la vida.
Valores que con el paso del tiempo hemos ido
suavizando unos, postergando otros, y aunque no los hemos olvidado del todo, si que los conservamos como adormilados
dentro de nosotros mismos durante el periodo de tiempo que va desde una Navidad
a otra.
No es que seamos personas distintas, no, ni
tampoco malas personas, lo que ocurre, es que la evolución de la sociedad
consumista en la que estamos inmerso nos obliga a transitar tan de prisa por
ese periodo de tiempo que llamamos vida, que no nos da tiempo ni siquiera a pensar
en como aplicamos los valores y principios que nos legaron nuestro antepasado.
Por eso, cuando llega la época navideña
todos, hombres, mujeres y niños, nos tomamos un respiro, dejando de apretar el
gatillo del arma con la que nos defendemos de los avatares que nos depara la
lucha que diariamente sostenemos durante nuestros quehaceres cotidianos.
Nos paramos, inspiramos profundamente los
aires navideños y damos rienda suelta a los sentimientos de concordia,
solidaridad y amor que albergamos en nuestro pecho.
Afloran los buenos deseos de compartir le
felicidad y la dicha que sentimos con nuestros semejantes y celebramos con
ellos el relajamiento, --por unos días—de nuestra titánica lucha diaria.
Repartimos abrazos, felicitaciones y besos,
congratulándonos de la venida al mundo de nuestro Redentor.
Nos aferramos con ansias y emocionados, a
estos días de paz, concordia y felicidad mientras nos desborda la alegría y
deseamos con todas nuestras fuerzas, que el mundo se pare unos minutos, para
que podamos mirarnos serenamente y con tranquilidad a la cara todos.
Con el fin de encontrar la manera de
convertir esta sociedad en otra más justa y equitativa, en la cual, ninguno de
sus componentes conociera el hambre, la miseria o la injusticia de perder la vida
por falta de medios para conservarla.
Lo triste, lo doloroso, es que unos
desventurados días mas tarde nos damos cuenta de que todo ha sido un espejismo,
la fatal realidad nos arrastra de nuevo a la agitación de los acontecimientos
cotidianos, que inexorablemente, son parte de nuestra existencia.
Continuamos apretando el gatillo de forma
inconsciente sin reparar a quien hieren las balas que disparamos.
Entonces, agachamos la cabeza y seguimos
tirando del carro, como bueyes unidos al yugo, lamentando que el tiempo
navideño no sea infinito.
Autor: Pera H.
Fecha: Diciembre,
2018
Verdades como puño. Y aunque "el Corte Ingles" no lo diga todavía, ¡Feliz Navidad!
ResponderEliminarGracias por haberte tomarte la molestia de leerlo, lo he escrito por que me he acordado de una revista hablada en la que participé cuando estaba en la escuela de Formación profesional de Málaga, (INT.FP.FF.) y versaba sobre la navidad. ¡Feliz Navidad Diego!
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